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Hace unas semanas se cumplieron 20 años desde el estreno en televisión de una de mis series favoritas. Una de las series adolescentes más importantes del último tiempo, «Buffy, the Vampire Slayer«. Esta obra maestra, salida de la inventiva de Joss Whedon (Avengers), se convirtió en todo un fenómeno televisivo que no sólo lanzó a la fama a su protagonista Sarah Michelel Gellar, sino que también logró pavimentar el camino al éxito de su creador, y de paso, generar un cambio en la forma de hacer televisión, dejando una huella difícil de olvidar, alcanzando el actual estatus de neo clásico de culto.
Aún recuerdo llegar del colegio directo a encender el televisor a la espera de que comenzara Buffy. Hubo un tiempo que la daban sagradamente todos los días por TVN, justo después de «Sabrina, la bruja adolescente«. Pero claro, para los que tenían cable, e iban al día con la serie, también podían verla por FOX, aunque tan solo una vez a la semana.
Debo decir que me cargaba tener que esperar toda una semana para ver que iba a pasar con la cazadora, así que por sanidad mental, y en pro de utilizar mejor mi tiempo, hubo un par de temporadas en las que me dedique solo a grabar los capítulos en mi VHS, y así darme una maratón al término de ella.
Quizás Buffy no es la serie que más veces he visto, tampoco tengo un poster de ella en mi cuarto o un tatuaje en mi cuerpo con una estaca a travesando un corazón (aunque sí lo he pensado), pero sí, es lejos mi serie favorita. Con ella me pude identificar en muchos temas mientras atravesaba por mi fase adolescente (una de las peores junto con la vida de adulto). Además, logró despertar mi interés acerca del «lado oscuro de la fuerza», llevándome por el camino de lo lúgubre, donde aprendí a amar a vampiros, zombies, brujas y hombres lobo.
Es que «Buffy, the Vampire Slayer» no sólo cambio la forma de hacer televisión al introducir vampiros, demonios y fantasmas en un show de TV en horario diurno, también se convirtió en parte esencial de la vida de muchos de sus televidentes (incluyéndome), al retratar la difícil transición hacia la vida adulta.
Una adolescente que además de cumplir con sus deberes en casa, debe pensar en su futuro y acudir a la escuela; tratar de construir una vida social: mantener su relación amorosa a salvo, y además luchar contra las fuerzas del mal en su tiempo libre. ¿Qué mejor manera de retratar lo difícil que puede llegar a ser la vida? En especial cuando la vida te elige a ti, y no al revés.
Con temas como la muerte, la homosexualidad, la soledad, e incluso, la drogadicción, la serie logró cautivar a muchos durante sus 7 temporadas al aire, la que incluyó 2 temporadas más a la historia, pero en un formato distinto; como novela gráfica.
Pero… ¿De dónde sale la idea de una cazadora de vampiros?
Todo surge en 1992, cuando fue estrenada en el cine «Buffy, the vampire slayer», una película adolescente, escrita por el mismísimo Joss Whedon, donde una popular porrista (Kristy Swanson), se convierte en una cazadora de vampiros, tratando de mantener en equilibrio su vida entre el colegio y las noches de patrulla.
La película, al más puro estilo de “Un Lobo Adolescente” (1985), fue un total fracaso durante su paso por cartelera. Pese a ser un gran tropiezo en la carrera de Whedon, este tenía otros planes en mente para Buffy.
Con un cambio de formato, y una apuesta mucho más arriesgada, Joss Whedon llegó a la televisión con su preciada historia, la que consiguió una temporada de tan sólo 13 episodios. Lo que bastó para cautivar tanto a la audiencia como a la cadena televisiva, aprobando una segunda temporada de 22 episodios, dando comienzo así a uno de los programas adolescentes más exitosos de las últimas décadas.
Tanto fue el éxito de la serie, que uno de sus personajes principales consiguió su propio show. «Angel», el spin off de Buffy, que logró sobrevivir al aire durante 5 temporadas. En esta extensión del universo creado por Whedon, Angel (David Boreanaz) , se marcha rumbo a Los Ángeles acompañado de Cordelia (Charisma Carpenter), con quien monta una oficina de investigación de casos paranormales, haciendo de las suyas con un nuevo séquito de justicieros, incluyendo un par de crossovers entre ambas series.
Debo confesar que nunca he visto una temporada completa de «Angel», solo un par de episodios revueltos cada vez que no había nada mejor que ver en televisión. No quiero decir que la serie sea mala, pero en Angel vemos una serie más madura y oscura. En cambio. la esencia de Buffy es precisamente lo opuesto; es ver como una persona crece y se prepara para llegar a la vida adulta.
Hace unos meses comencé a ver nuevamente un par de series que no había visto hace años. Entre ellas, «Buffy, the Vampire Slayer«. Aprovechando que todas sus temporadas están disponibles en Netflix… ¿Por qué no verla otra vez? Además, resulta bastante entretenido ver a actores secundarios que hoy en día triunfan en Hollywood, como Amy Adams (Animales Nocturnos), Wentworth Miller (Prison Break), e incluso, Pedro Pascal (GOT).
Sí nada de esto los convence para ver «Buffy, the Vampire Slayer», no hay nada que se pueda hacer por salvar sus almas pecaminosas de las garras del infierno. Salvo que Netflix decida sacarla dentro de los próximos meses… descansa en paz HIMYM.
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