[Crítica] “El Árbol de la Vida”: La Vida Como Nunca Antes Vista

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Inspirada y desarrollada en los años 50; el film narra la evolución de Jack, un niño que vive con su madre (Jessica Chastain), que encarna el amor y la bondad, mientras que su padre (Brad Pitt), que representa la severidad, es el encargado de enseñarle a enfrentarse a un mundo hostil. Sean Penn interpreta a Jack en la edad adulta.     Por otro lado, la película trata también la historia del Universo desde sus orígenes.

Ya al comienzo de la historia, el nombre: “El Árbol de la Vida” (The tree of life) nos remarca y adentra en un título que dice mucho más sobre una película puramente onírica y metafórica; sobre lo que trata realmente la vida y en cómo nos guiamos en ella, más  que en cualquier otra película “más comercial”.

¿Pero  entonces de que trata la película? La trama principal es acerca de una hermosa visión de la vida.      Una sumamente intensa, que delira entre fuertes y complejos panoramas de una familia; y lo hace pasando constantemente entre vaivenes de sentimientos tan profundos y fuertes como la perdida de alguien cercano.      Un filme que invita al espectador a cuestionarse constantemente cual es el verdadero sentido de nuestra vida y de cómo conseguir darle una dirección.

La historia es un ostentoso y largo camino que hace tantas paradas como sean necesarias; camina y retrocede para enriquecer y argumentar una historia apropiable de un enorme poder de cuestionamiento y reflexión.

La cinta utiliza a su vez de excelente manera recursos como el flash back y el racconto; brindándole esa dinámica que tanto gusta en películas con una tesis fuerte y demandante en su desarrollo.     Asimismo con mensajes retóricos, visuales y de un mayor carácter implícito, como también indirecto, se pone a prueba la comprensión de lo que se quiere decir y señala a un espectador que deberá prestar más atención de lo normal.

A su vez, la dirección a cargo de Terrence Malick es una muestra de una visión superior a la general en el séptimo arte: no se deja llevar por corrientes ya usuales en el cine actual, sino que ejecuta su propia manera de ver el mundo, la vida y la naturaleza que raya en lo mágico y en lo soñoliento.             También es una muestra de la fiel creencia al Panteísmo (corriente en el que  el universo, dios y la naturaleza son iguales o equiparables) que se manifiesta en el estilo de dirección y en el cómo se desarrollan preguntas tan fundamentales que han perseguido lo largo de la historia de la humanidad.

Por otro lado, lo visual se hace cargo de buena parte del relato, con imágenes sorprendentes y bellísimas del universo en todo su esplendor, con la cual el director hace una extraña, pero eficaz comparación entre fenómenos naturales y nuestra vida interior.

Un punto aparte en la temática de la historia es la visión de lo que está establecido como bueno y malo; es muy interesante ver como en una sociedad más conservadora y “chapada a la antigua” se debate lo que se debe hacer y lo que no.          Aun más, se aprecia como la sociedad, o lo que “cree la sociedad en su conjunto”, manipula las decisiones de una familia, pero también el cómo esta se despierta y consigue hacer frente a una autoridad que daña y se encuentra sobrevalorada.

Una película altamente recomendable, no tan solo por los premios que acarrea tras de sí a su llegada a los cines chilenos, sino también por su enorme entrega de una visión del mundo y de la vida tanto metafórica como oníricamente.       Eso sí, trate de ir bien despierto y con energía, ya que la película es bastante larga y a momentos s torna lenta.      Si quiere disfrutar de una cinta más artística y distinta al de los tiempos actuales vaya al cine y disfrute de lo “El Árbol de la Vida” tiene para ofrecerle.

Buena.

Cornamenta.

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