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Los británicos suelen tener un no sé qué… que sin importar lo que hagan, siempre terminan cautivándonos. ¿Será su acento tan irresistible? Que se nos hace imposible no dejar de ver sus series o escuchar su música. Sea lo que sea, esta serie lo tiene todo y más. Incluyendo una enfermedad de transmisión sexual…
“Lovesick” es una comedia romántica, que pese a estar llena de situaciones graciosas, nos remece las emociones con las tortuosas desventuras del amor que sufren los protagonistas, mientras intentan encontrar al amor de sus vidas.
Sinopsis: Cuando Dylan (Johnny Flynn), es diagnosticado con clamidia, decide contactar a todas las chicas con las que ha estado en el pasado con el objeto de comunicarles su condición y advertirles un posible contagio. Misión que llevará a cabo en compañía de sus incondicionales amigos.
La premisa de la serie es bastante graciosa, por no decir vergonzosa y arriesgada. «Lovesick» posee una interesante forma de contar la historia. A raíz de una enfermedad de transmisión sexual, vemos como el protagonista se reencuentra con su pasado. De esta forma, va reconciliándose con sus fantasmas que aún le pesan a la hora de establecer una relación amorosa.
Obviamente, toda aventura incluye un séquito de amigos… y en «Lovesick» no es la excepción. Tenemos a la chica incondicional, Evie (Antonia Thomas), quien se convierte casi en la protagonista suplente de la historia. Y junto a ellos, encontramos a Luke (Daniel Ings), el típico «sexy bad guy», quien poco a poco se va abriendo hasta el punto de conocer los motivos que lo llevan a ser el chico malo de la película; un mujeriego que evita el compromiso a toda costa.
Nuestro protagonista bonachón, pese a no ser un gigolo, goza de bastante suerte con las chicas. Su constante búsqueda del amor, lo lleva a conocer muchas chicas interesantes, pero por desgracia, ninguna es la indicada… o al menos, quien él quisiera que fuera.
La serie logra hacernos sentido haciéndonos participes de las desventuras de sus protagonistas, creando anécdotas tan graciosas, como nuestras propias experiencias de vida; ya que en «Lovesick», vemos situaciones que a más de alguno le ha tocado vivir. Esa es la mayor virtud de la serie, dejar que la historia fluya de manera natural, convirtiéndose en un reflejo de nuestras vidas, por lo que la complicidad que vemos en pantalla se traspasa al espectador, haciendo imposible no encariñarse con sus personajes.
En una época donde todos vivimos entre muros digitales, se hace más que necesario tener conexiones sociales en persona. Ahí es donde se valoran nuestras amistades y es precisamente esto lo que destaca la serie: la amistad. Esa compañía que tanto necesitamos en nuestras vidas, ese cariño incondicional que lleva a personas extrañas a convertirse en familia, aceptando sus defectos y valorando sus virtudes.
Quizás «Lovesick» no me ha enseñado nada, pero si me ha reafirmado un par de cosas que a mi edad (29 años), me hacen ver la vida de otra forma, como apreciar cada momento junto a tus seres queridos, no enceguecerse ni obsesionarse con la idea de buscar al amor de nuestras vidas (eso llega solo en el momento exacto), y utilizar protección al momento de pasar a tercera base… porque es bastante desagradable tener que pasar por ese proceso (según lo que me han dicho las malas lenguas), sino me creen, es solo cuestión de ver a Dylan.
Aprovechen de ver esta joyita antes de embarcarse con series de más de 13 episodios. Porque como dicen por ahí… de lo bueno poco. Y esta serie está súper buena (palabra de scout).
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