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Antes de comenzar con la reseña, me tomo un pequeño tiempo para introducir este segmento personal, en donde comparto con uds. mi respuesta y opinión frente a la pregunta más compleja que todos los cinéfilos y/o críticos enfrentamos en la vida: ¿Cuál es tu película favorita? Cosa a la cual siempre respondemos que no lo tenemos claro y que definitivamente no es solo una película.
Es por esto que voy a ir cada cierta cantidad de días dejando mis pequeñas reseñas sobre esas películas que jamás he podido olvidar y que me han marcado de una manera u otra. No hay un orden numérico de preferencia, solo iré con las que se me vengan a la mente.
Con esto dicho, empecemos el segmento con mi película favorita del director Alexander Payne (Elección; Los Descendientes): «Sideways» (Entre Copas).
Esta película fue estrenada en 2004 y fue un exitazo con los críticos y aquellos cinéfilos amantes del cine; ya que su director era famoso por contar historias inusuales pero con un sentido muy realista, balanceado entre la comedia y el drama.
La película trata sobre Miles (Paul Giamatti) y Jack (Thomas Haden Church), un profesor de inglés y un actor de televisión que son mejores amigos, y se embarcan en un road trip por el territorio vinícola de California por una semana para celebrar la última semana de soltería de Jack. Siendo ambos personalidades completamente diferentes, su viaje se vuelve toda una experiencia completamente diferente a la esperada; en especial para Miles, quien al estar en un momento de crisis, se enfrentará a momentos en donde pondrá en perspectiva su propia vida y se verá frente a las impredecibles situaciones del destino.
Para empezar, hay que aclarar que se denota que esta es una historia más adulta; y que trata con la crisis de vida de una persona que claramente ya ha vivido mucho; consecuentemente su perspectiva es mucho más adepta a los problemas que uno podría enfrentar pasados los 40 años. Es por esto que tal vez la película no sea del gusto de todos; sin embargo, siempre insto a mis conocidos a revisitar la experiencia cada cierto tiempo para ver cómo cambia el sentido de la misma, a medida que uno crece.
En cuanto al reparto; si bien es mínimo, es sin duda notable; y la gracia de tener pocos personajes es que permite que durante la transición de la historia se logre un desarrollo profundo de los mismos. Asimismo, esto toma mucha importancia porque son personajes muy humanos con los que es muy fácil sentir tanto empatía como repulsión de acuerdo a sus acciones, en las cuales es posible sentirse identificado en varias ocasiones, sean las indecisiones del amor, las dudas constantes frente a las aspiraciones frustradas o el pragmatismo y conocimiento vasto de uno frente a una pasión personal.
Paul Giamatti (Barney’s Version) es uno de mis actores favoritos de los últimos años, y creo que su rol como Miles es un claro ejemplo de su talento. Es imposible no empatizar con un personaje tan lleno de humanidad como lo es el suyo; lleno de tanto conocimiento interesante, pragmatismo valórico y lealtad incondicional hacia su mejor amigo, tal como se inunda en defectos como su inestabilidad emocional y su titubeo constante frente a las oportunidades de la vida. Asimismo, tiene un dinamismo muy sutil y honesto con Thomas Haden Church (Easy A) en el papel de Jack, quien es la viva imagen de un cuarentón con complejo de joven, cuya ética emocional y social se va por la ventana con el fin de disfrutar su última semana de soltería. Asimismo, los dos roles femeninos de la película, Maya y Stephanie, interpretadas por Virginia Madsen (Number 23) y Sandra Oh (Grey’s Anatomy), están muy bien actuados por ambas actrices, pero hay una fuerza claramente mayor por parte de Madsen, quien es claramente la mujer ideal para Miles, y la versión realista de una mujer que ha vivido lo suficiente como para tener las cosas claras en su vida y saber lo que quiere (se roba una de las mejores partes de la película con un increíble monólogo sobre por qué le apasiona el vino, y el contraste que esto tiene con lo que nos da impulso en la vida; el ver en otra persona esa chispa que nos mueve de la misma manera).
Por el otro lado, como es tradicional con Alexander Payne, la comedia es sutil pero muy bien lograda, porque se sitúa en escenarios plausibles en base a la personalidad dinámica de nuestros protagonistas, con la excepción de una escena que guardo como uno de los chistes fílmicos más chistosos que he visto, el cual no pretendo arruinar, pero diré que involucra una billetera. Es a partir del humor en base al realismo que uno puede reír ya que es difícil no sentirse relacionado al momento de una manera u otra; es de ese humor extraño pero a la vez cercano que tiene una emocionalidad más profunda en comparación a la comedia tradicional (para quienes vieron y empatizaron con «Los Descendientes» comprenderán el estilo de humor del que hablo).
En cuanto a la historia, siempre me ha sido difícil explicarla porque con esta película me sucede lo mismo que cuando veo «Lost In Translation» (Perdidos En Tokio), más que seguir una historia, es vivir una experiencia. Va mas allá de ver lo que ocurre dentro de este road trip, es vivirlo de principio a fin con estos personajes, ser una persona más en el auto, un tercero que recorre los viñedos junto a ellos, y que observa a estas personas aprender y crecer (más que nada Miles). Este tipo de películas son las que resultan algo más arriesgadas porque ofrecen una experiencia desde otra perspectiva; estos viajes de introspección personal y auto descubrimiento mediante lo cotidiano, lo conocido y plausible, que van más allá de darnos un buen rato, sino vivir una historia en vez de observar y pasarlo bien. Y esto puede ser del gusto de algunos, como puede ser una experiencia aburrida, todo depende de dónde se le vea.
La primera vez que vi esta película, personalmente estuve en un punto bajo de mi vida (la cual es corta hasta el momento), y no tengo suficientes palabras para describir lo grato que me fue verla e ir analizando cosas de mis experiencias al mismo tiempo que nuestros protagonistas se veían obligados a enfrentar diferentes interrogantes éticas y morales. Y reviviendola incluso en momentos mejores, no deja de traer a luz interrogantes que nunca están de más para hacerse a uno mismo cada cierto tiempo: ¿me estoy preocupando por las cosas realmente importantes?, ¿disfruto lo que hago y lo que he hecho con mi vida?, ¿debería lanzarme ante la oportunidad que tengo?, etc…
Asimismo, la cinematografía es sensacional, ya que se maneja de manera sutil pero refleja los mejores aspectos de los viñedos y valles de California en una época primaveral; y por consecuencia, hay un manejo visual muy interesante del vino, que es un factor importante en la película película. Siéndoles honesto, fue esta película la que me llevó a tomar un interés por probar y poner atención a los vinos y sus variedades (incluyendo una escena donde explican qué es lo que uno busca al momento de catar vino, que no solo es interesante si no que también está muy bien filmada); y hoy en día tengo una afición por los vinos blancos y en especial el pinot.
Para resumir, «Sideways» es una película que más que una historia, ofrece una experiencia; un viaje para examinar nuestros logros y decepciones en la vida, valorar nuestras relaciones a pesar de las imperfecciones que van contra nuestros principios, revivir el sentimiento de la chispa que sentimos frente a nuestras pasiones, y ver que las oportunidades para dar nuevo impulso a nuestra vida llega siempre de una manera u otra, e inclusive podría ya haber llegado. Tal vez no una experiencia para todos, pero una que definitivamente puedo revivir muchísimas veces y que espero puedan disfrutar tanto como yo. Salud para uds. con el mejor pinot que pueda encontrar.
Gracias por compartir conmigo esta primera instancia de gustos personales, y nos estamos viendo en la próxima!
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