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Un elemento típico de toda cultura nacional son los héroes históricos; esos personajes cuyas hazañas pusieron un antes y un después dentro del status quo de una civilización y que fueron la chispa responsable de muchos cambios que llevaron a lo que dichas naciones son hoy.
Eugène François Vidocq es uno de esos iconos para los parisinos. Un criminal que se volvió uno de los mejores criminalistas del mundo, a tal punto que llegó a ser el fundador y primer director de la Sûreté Nationale (hoy en día la Policía Nacional) al igual que de la primera agencia reconocida de detectives privados. Su historia llegó a inspirar a grandes ilustrados como Victor Hugo, Edgar Allan Poe y Honorè de Balzac, y fue fuente base para varias películas, como es el caso en esta ocasión con «El Emperador de París» («L’Empereur de Paris»). ¿Está la cinta a la altura del personaje?
Sinopsis: Bajo el imperio de Napoleón, François Vidocq, el único hombre que ha conseguido escapar de las más grandes penitenciarías del país, es una leyenda de los bajos fondos parisinos. Dado por muerto tras su última gran evasión, el ex-presidiario intenta pasar desapercibido tras el disfraz de un simple comerciante. Sin embargo, su pasado lo persigue, y después de ser acusado de un asesinato que no ha cometido, propone un trato al jefe de policía: se une a ellos para combatir a la mafia, a cambio de su libertad. A pesar de sus excelentes resultados, provoca la hostilidad de compañeros del cuerpo así como del hampa, que ha puesto precio a su cabeza.
Probablemente el acierto más grande del director Jean-François Richet («Asalto al Precinto 13») fue el contar con el gran Vincent Cassel («El Cisne Negro»; «En Trance») para el papel de Vidocq (con quien ya había trabajado en las increíbles cintas de «Mesrine» en 2008 y 2009), ya que llena al personaje con su presencia física y de actitud, al igual que con un carácter distinguido y temerario, propio de un icono de este tipo.
Asimismo, el nivel de producción de la película es increíble. La atención al detalle en cuanto a las estructuras y el vestuario son impecables, al punto de lograr una recreación sumamente verosímil del parís de la época napoleónica durante la primera mitad del siglo XIX.
El gran problema en el que la cinta cae es que en su historia hay una predominancia de la acción por sobre la narrativa, a tal punto, que no hay una verdadera profundización de los personajes, incluyendo al propio Vidocq. Su paso de criminal fugitivo a detective de la policía es bastante rápido y carece de peso personal como para poder sentir que el personaje está viviendo algo sumamente importante, especialmente considerando que con el tiempo va a ser víctima del escrutinio del mundo criminal por volverse un policía encargado de apresar «a los suyos» (cosa que da pie probablemente a la escena mejor escrita de la película y de la cual me habría gustado ver más).
Si bien la acción es bastante violenta y bien pensada, de poco sirve si aquellos involucrados no nos importan mucho, y ese es el asunto. El título de la cinta alude a que sólo puede haber un verdadero emperador de París, pero no se refieren al gran Napoleón, sino a quien manda en el hampa criminal de la ciudad. Esta pelea se disputa entre Vidocq y Nathanaël de Wenger (August Diehl de «Bastardos Sin Gloria»), y si bien la película pretende que esta pelea de grandes mentes tenga mucho peso conflictivo entre ambos personajes, la verdad es que una vez que esta acaba, no hay mayor clímax o satisfacción respecto a ello, sino que se siente que simplemente ocurre y tiene sus grados de entretención cuando hay escenas bien hechas y pensadas.
«El Emperador de París» no es una mala película, pero simplemente es una que no destaca mucho. Tiene increíble ambientación y buenas actuaciones que son puestas a merced de un guión débil sin mucha novedad y que lleva a que la cinta raye en lo convencional. Por más que sea una historia entretenida y pasabale de ver, la verdad es que no llega a los talones de la intriga que debería haber en un episodio tan importante como los orígenes de Eugène François Vidocq.
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