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Kate Winslet es una de las actrices más reconocidas de las últimas décadas; destacando por el tremendo talento que pone en todos sus personajes y el carisma que planta en pantalla, es por esto que cuando se anunció el estreno de su protagónica «El Poder de la Moda» (The Dressmaker), la cual arrasó en la taquilla y academia de Australia -donde fue hecha-, la anticipación de los fanáticos de la actriz y del cine extranjero fue alta. ¿Vivió la película a las expectativas?…No tengo por dónde empezar con este caso.
En «El poder de la moda», Tilly Dunnage (Kate Winslet), huyó del pequeño pueblo donde vivió en Australia después de haber sido acusada de haber participado en un asesinato. Ella se va a Europa donde logra fama y el reconocimiento por su trabajo en la alta costura. Decidida a enfrentarse con su pasado, Tilly vuelve a casa, transformada en una mujer atractiva y sofisticada. Con la máquina de coser y el estilo de alta costura, transformará la vida de las mujeres y llamará la atención de los hombres del pueblo, especialmente del joven Teddy (Liam Hemsworth); y así logrará de esta peculiar forma su dulce y ansiada venganza.
En lo personal, tuve varios problemas con esta película, y eso representa un problema grande dado que al igual que el espectador casual, yo no leí el libro homónimo de Rosalie Ham del cual esta película fue adaptada, y consecuentemente, lo que yo haya sentido frente a la película, es probable que se refleje en el sentir de una gran mayoría, lo cual les explicaré en un momento. Primero, sin embargo, prefiero resaltar los aspectos que sí me agradaron de la película.
Para empezar, Kate Winslet («Titanic»; «El Lector») se luce, y hace de la película su show cada vez que aparece en pantalla. Aporta un carisma y una personalidad sumamente fuerte al personaje protagónico de Tilly Dunnage, al igual que una belleza cautivante que resalta aún más con los impecables vestuarios que son un logro tanto necesario como bien logrado para una película con este estilo y trama. Asimismo, la actriz Judy Davis («Maridos y Esposas»; «Los Enredos de Harry»; «El Almuerzo Desnudo») como la loca madre de Tilly, Molly Dunnage, también resalta como personaje, al agregar un humor y un carisma muy simpático y entretenido, que se complementa muy bien con el personaje de Winslet; ambas son por lejos, en cuanto a personajes y actuación, lo que más resalta de la película.
Por el otro lado, cabe destacar todo el ámbito de producción, cinematografía y vestuario, ya que no tan solo juegan un rol esencial en la película, sino que se lucen de manera soberbia, y por ende, suman un punto a favor de la película que resulta crucial. Hay un contraste muy bien logrado de colores entre el desolado y sucio pueblo de Dungatar, y los extravagantes y coloridos vestuarios que Tilly manufactura a lo largo de la película; más allá de resaltar la belleza de los personajes que los usan, también resaltan en todas las escenas en las que aparecen, y hacen un impacto visual que queda con uno mentalmente; eso siempre es un merito digno, por no decir necesario, en una película que se titula «El Poder de la Moda» (o «La Modista» en su traducción directa), un aplauso enorme para la diseñadora de vestuario, Margot Wilson.
Y ahora, llegó el momento de enfocarse en el problema principal de la película: su desenfoque de tono narrativo.
La sinopsis mencionada anteriormente, si bien es acertada, da una idea completamente distinta en cuanto a tono emocional y narrativo, en contraste al que uno termina viendo. La película nunca sabe si quiere ser dramática o cómica, y por consecuencia, no sabe balancearse entre ambos géneros. En cambio, la directora australiana Jocelyn Moorhouse, opta por dirigir a la gran mayoría de su reparto de manera exagerada y caricaturesca, lo cual trae consigo resultados mixtos, en donde la balanza cae más por lo malo que por lo bueno.
Aparte de Kate Winslet y Judy Davis, los únicos personajes agradables son los de Liam Hemsworth («Los Juegos del Hambre»; «Día de la Independencia: Contraataque») y Hugo Weaving («Matrix»; «V de Venganza»), solo que no destacan por ser muy unidimensionales, al ser uno el típico chico bueno, guapo y comprensivo; y el otro demuestra promesa al ser un policía homosexual con fanatismo por los vestidos extravagantes, pero que lo mantiene en secreto; sin embargo, este aspecto nunca juega un punto que se desarrolle de manera importante, sino que sólo es tocado para causar efectos de risa, y un leve impacto emocional al personaje, que claramente daba para mucho más.
El resto de los personajes son personas horribles y terriblemente apáticas, completamente impulsadas por la superficialidad y el prejuicio sin fundamento; que si bien justifican el por qué el personaje de Kate Winslet buscaría venganza, no tienen ningún aspecto convincente porque los hacen desagradables de manera muy inhumana, en el sentido de que parecen malos de caricatura más que de película; y ese contraste es aún más notorio cuando todos ellos se ven junto al personaje de Kate Winslet, que si bien es particular y tiene su encanto extravagante, es mucho más sutil y empático.
Asimismo, es por este mismo nivel de caricaturismo y exageración, que cuando ocurren momentos de alto peso dramático y seriedad (muerte, abuso sexual, asesinato, discriminación, etc…), son tan repentinos, y tan dispares tonalmente, que uno no los puede procesar de manera seria; y termina pareciendo una situación en donde uno termina riendo nerviosamente porque no sabe bien cómo reaccionar.
Para resumir, «El Poder de la Moda», si bien cuenta con un destacado mérito en su producción, y unas notables actuaciones por sus principales protagonistas, termina sofocándose en la disparidad tonal de su dirección, al no saber ni cuándo ni cómo hacernos reír y llorar de manera efectiva, como muchas tragicomedias (dramedy) han podido hacerlo anteriormente, y consecuentemente, pierde a su espectador al alienarlo y extrañarlo de lo que está viendo. Jocelyn Moorhouse habrá confeccionado un hermoso vestido, pero lo lució en la ocasión equivocada; una fiesta donde ella es la anfitriona de todas sus excentricidades, y donde todos los invitados no quieren más que una excusa para poder volver a casa.
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