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Mucho conocen a la norteamericana Robin Hobb por su mundialmente famosa «Trilogía del Vatídico» o la «Trilogía del Asesino»(como llegó a Chile), iniciada allá en el algo lejano año 1995.
La saga cuenta la historia del bastardo Traspié Hidalgo y de cómo debe vivir con el estigma social que conlleva su poco noble título de “Bastardo”. Esto y la difícil tarea de convertirse en un perspicaz asesino para su Rey Artimañas, se entremezclan con el contexto de un reino en decadencia y ensombrecido por los feroces ataques de un grupo que se hace llamar “Los Corsarios de la Vela Roja”.
A través de sus dos primeros libros, que a pesar de lo mencione en reseñas anteriores “son de esas sorpresas agradables que tanto se busca entre tantos libros de fantasía inolvidables en librerías”, logra entretener y proponer un universo espléndidamente narrado, pero no convencían ni desarrollaban una historia totalmente profunda, la cual tuviera matices fuertes y propios de dicho género fantástico. En cambio, en «La búsqueda del asesino», que corresponde al tercer libro de la saga, logra con creces desarrollar, transmitir y finalizar todo cuanto haya armado y creado en sus dos primeras entregas, con un relato extendido, excelentemente caracterizado y con ese don que tienen solo algunos libros, que es el de ingeniárselas para que entres con el personaje a su mismo mundo.
Así es, Hobb consigue que en sus 829 páginas, que el viaje final del Bastardo junto a su fiel lobo y amigo, Ojos de Noche, se convierta en algo más que un relato silvestre y ordinario, sino más bien, en una travesía en donde Hobb te convierte en un tercer compañero de viaje y experimentas la lucha, el cansancio, la frustración y la “maña” del mismo Hidalgo.
¿La Maña? Exactamente. Esta capacidad que tienen algunos humanos (y nuestro querido protagonista) de entrelazar sus pensamientos y emociones con los animales llega a su máxima conexión y crecimiento conceptual en esta última entrega, logrando explicar muchas de las dudas que sedimentaban sin ser completamente resueltas en las entregas anteriores.
Por otro lado, a pesar de ser un libro denso en detalles y en tiempo narrativo, ésta no es de difícil seguimiento y se termina agradeciendo el nivel descriptivo con que Robin Hobb transmite las hazañas de su hijo pródigo. Es en este sentido en que la misma Hobb termina un libro sumamente fuerte, el cual se compara con otros libros de la misma clase y que han acaparado más la atención, como los del también norteamericano Patrick Rothfuss y su serie Las Crónicas del Asesino de Reyes.
Por último la incorporación de una serie de personajes importantes en este tercer libro enriquece de una manera ensordecedora, contribuyendo a armar un paisaje mucho más extendido y variado de lo que podríamos haber imaginado con anterioridad y que se agradece de sobremanera.
Un final de saga más que aplaudido para una gran escritora, que ojo, tiene otra cuantiosa trilogía, titulada «Las leyes del mar» que se desarrollan en el mismo universo pero por mar, esperando por ser leídas y así revivir la magia nuevamente.
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