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Si el cine de época con colores brillantes y personajes dramáticos es lo tuyo, seguramente estabas esperando la llegada de «La rueda de la maravilla» .
«La Rueda de la Maravilla» cuenta la historia de cuatro personajes cuyas vidas se entrelazan en medio del bullicio del parque de atracciones de Coney Island, en la década de 1950: Ginny (Kate Winslet), una ex actriz emocionalmente volátil que ahora trabaja como mesera en una casa de almejas; Humpty (Jim Belushi), operador de carrusel y marido de Ginny; Mickey (Justin Timberlake), un joven y atractivo socorrista que sueña con convertirse en dramaturgo; y Carolina (Juno Temple) , la hija de Humpty que ha estado alejada, y ahora se esconde de los gángsters en el departamento de su padre.
Una película sumamente dramática y teatral, y no es para menos considerando el sueño de nuestro narrador Mickey. La rueda de la fortuna como el símbolo de la inestabilidad humana ante aquello que no podemos controlar es la expresión máxima de todos nuestros personajes, que solo sueñan con llegar a la cima pero se ven truncados por los acontecimientos de la vida que están mas allá de su control, por dejarse llevar por aquello que en su momento se veía brillante. Los personajes son intensos, así como las historias que arrastran, pero lamentablemente esto se ve eclipsado por el oscuro presente en que se sumergen, que se vive a través de gritos y frustaciones que, pasado el primer tramo de la película, poco aportan al desarrollo de la historia.
La película es visualmente encantadora. Los colores son brillantes y deslumbrantes, así como los escenarios en que se desarrolla la narrativa, destacando un hermoso trabajo de fotografía, que es acompañada de una banda sonora que no trasciende del fondo.
En cuanto a las actuaciones, Kate Winslet no pierde la oportunidad de demostrar el calibre de actriz que es, encarnando a una mujer rota, quien intenta no abandonar sus sueños mientras lucha por sobreponerse al ritmo de la vida y la rutina. Su interpretación es la más sólida, y logra entregar a un personaje que pudo verse reducido a histeria y mala vida, un nuevo aire. Sus diálogos son los más notorios, y me atrevería a decir que en muchas escenas es quien da sustento a los personajes que interactuan con ella. Justin Timberlake sorprende pero no asombra, en un papel de Don Juan que no le es difícil de interpretar.
El final se queda corto en intensidad, con muchas ventanas abiertas de las que no soy fan, aunque sin duda el monólogo de Kate Winslet es extraordinario. Al final de sumas y restas, la película no quedará en la memoria colectiva por ser icónica ni única en su género, pero es una obra que el espectador disfrutará si se deja conquistar por las pequeñas grandes maravillas de la cinta.
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