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“Los 8 Más Odiados” (The Hateful 8) es la octava, la más reciente y quizás una de las últimas entregas cinematográficas del director Quentin Tarantino –recordemos que el director mencionó que planea realizar “10 obras maestras” y luego, adiosito-, que luego de pasar por filtraciones, cancelaciones y un sinfín de especulaciones, al fin llega a las grandes pantallas de nuestro país.
Sinopsis: Seis, ocho o doce años después de la Guerra Civil, una diligencia atraviesa las ventosas llanuras de Wyoming. Los pasajeros, el caza recompensas John Ruth (Kurt Russell) y su fugitiva Daisy Domergue (Jennifer Jason Leigh), se dirigen al pueblo Red Rock donde Ruth, conocido en la zona como el Verdugo, lleva a Domergue a la horca. En el camino, se encuentran con dos extraños: el comandante Marquis Warren (Samuel L. Jackson), un antiguo soldado negro de la unión que se ha convertido en un caza recompensas, y Chris Mannix (Walton Goggins), un renegado del sur que afirma ser el nuevo Sheriff del pueblo. A raíz de una gran tormenta de nieve, Ruth, Domergue, Warren y Mannix se refugian en la Mercería de Minnie. Al llegar allí, en vez de ser recibidos por la propietaria, son recibidos por cuatro desconocidos: Bob (Demian Bichir), quien está a cargo del negocio mientras Minnie visita a su madre; Oswaldo Mobray (Tim Roth), el verdugo de Red Rock; el vaquero Joe Gage (Michael Madsen) y el General Confederado Sanford Smithers (Bruce Dern). A medida que la tormenta se apodera de la montaña, nuestros ocho viajeros tomarán consciencia de que es posible que, después de todo, nunca lleguen a destino.
Escrita y dirigida por Tarantino, “Los 8 más odiados” es producida por Richard N. Gladstein, Stacey Sher y Shannon McIntosh. El reparto está integrado por Kurt Russell, Jennifer Jason Leigh, Demian Bichir, Samuel L. Jackson, Tim Roth, Walton Goggins, Michael Madsen y Bruce Dern.
Tarantino es un director especial, y tienes que conocerlo y quererlo un poco para arriesgarte (no sin recompensa) a sentarte por 160 minutos en una sala de cine a apreciar el arte de su western.
En busca de su tercer Oscar como Director, y ya nominada a tres globos de oro (Mejor actriz de reparto, mejor guión, mejor banda sonora) Tarantino realmente se ha esmerado: La versión original fue grabada en 70 mm para ser fiel al estilo del film y en una versión aún más extendida que cuenta con una obertura y un intermedio: una verdadera obra de teatro. Y si bien llegará a nosotros sólo en formato digital, la magia de las imágenes y la estructura de su obra aún se mantienen.
La historia se sitúa en un escenario difícil: una post guerra en donde el odio llena el aire y toda confianza en el prójimo se ha desvanecido, donde el racismo y la justicia son ejes centrales y no existen los héroes, pues todos son villanos en alguna historia.
Presentada en seis actos, esta es una obra pensada en el espectador. Su puesta en escena te atrapa desde el inicio, acompañada de la estridente música del genio Ennio Morricone, en su primera banda sonora original para Tarantino, nos sumergen en el ambiente perfecto.
La imagen y los relatos que no dejan que pierdas ningún detalle te hacen parte del cuadro, en donde los personajes destacan por si solos con caracteres muy distintos entre sí, y en su conjunto perfectamente hilados unos con otros, desarrollando una trama en donde el protagonista son todos y ninguno a la vez.
Destaca la actuación de Jennifer Jason Leigh como Daisy Domergue, en donde la ausencia de diálogos propios no resta luces a su interpretación, pues su sonrisa siniestra tras la sangre habla por sí sola.
El libreto no deja espacios ni es tratado a la ligera, todo lo dicho tiene una intención. Se hace notar el gran trabajo que tuvo Tarantino después de la filtración del guión, con giros sutiles pero importantes que continuamente nos hacen dudar de cómo continuará la historia.
Si bien, en algunos momentos el desarrollo pudiese parecer lento, no es simple, son detalles cuidados que aportan a la visión total del film, es parte del ritmo de la trama. Esta vez el típico ambiente de tensión que precede la muerte, clásico de las obras de Tarantino, está acompañado de algo más: Misterio, que muchos describen como digno de Agatha Christie.
Todos elementos que dan origen a otra genialidad bajo el nombre Tarantino, que motivos tiene de sobra para ser una de las favoritas en la carrera por la estatuilla dorada y que merece ser juzgada por sus propios ojos, pues es seguro, que si cuentan con la paciencia de quien aprecia los detalles, se levantarán más que complacidos de su asiento.
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