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Un gran elenco, un renombrado director y un gato. ¿Qué podría salir mal? La respuesta corta: prácticamente todo.
Sinopsis: Tom Brand (Kevin Spacey) es un multimillonario en la cumbre de su carrera; pero su estilo de vida adicto al trabajo lo ha desconectado de su familia. Un día, sufre un terrible accidente, y cuando recupera la conciencia, descubre que ha quedado atrapado en el cuerpo del gato. Para volver a su cuerpo, debe aprender de sus errores del pasado y enmendarlos y estar más cerca de su familia.
¿Les suena el argumento? ¡Claro! En 2006 tuvimos The Shaggy Dog, protagonizada por Tim Allen, la cual es un remake de una película de 1959 que es básicamente la misma idea, pero con un perro. Además es otra película con el típico mensaje tradicional y cliché para unir a las familias disfuncionales. Hace 10 años fue un fracaso y hoy la formula se repite.
La ausencia física de Kevin Spacey (House of Cards), junto a la repetición del personaje, muy similar al que Cristopher Walken (Sleepy Hollow), tuvo en Click (2006); unas flojas actuaciones de Jennifer Garner (Si Tuviera 30), y Robbie Amell (How I Met Your Mother); el desagradable personaje de Cheryl Hines (Curb Your Enthusiasm), o la notoria falta de alguien más en las escenas que Malina Weissman (Supergirl), tiene con el gato (que es editado posteriormente), hacen que la película fluya de forma lenta y poco interesante, sosteniendo pobremente la idea.
Mención aparte a la nula emotividad de los diálogos de Kevin Spacey cuando es un gato, haciendo notar con suma obviedad que lee sus parlamentos de un papel, sin tener reacciones naturales, haciendo más infame su participación en el proyecto. ¿La «voz» del gato? Una persona. Una triste persona a la que no le pagan lo suficiente por unos maullidos irreales y ridículos.
Los efectos especiales de «Mi Papá Es Un Gato» son simplemente nefastos. Con un gato que en ningún momento se ve real (excepto cuando lo es, obviamente), con movimientos antinaturales que buscan funcionar como motor cómico de la película pero se quedan en verse pobres y tristes, mientras que la sobreexplotación de escenas con pantallas verdes (muy mal editadas), restan credibilidad a la película, dejando claro que gran parte del presupuesto (30 millones de dólares), se fue en el sueldo de las estrellas.
El humor es básico incluso para niños, además de casi rozar en el abuso animal, e incluso escenas donde el alcoholismo y la muerte son tratados como un chiste de forma ligera en una película infantil.
Suena difícil creer que una película en que compartan escena actores como Kevin Spacey y Cristopher Walken, y que además esté dirigida por Barry Sonnenfeld (Hombres de Negro), pueda terminar siendo un desastre de principio a fin. Pero este intento desesperado de tomar la fama de los virales de gatos en Internet y convertirlo en una película de una hora y media es un fracaso rotundo. La única razón por la que uno puede sentir una leve satisfacción es por la inclusión de los gatos estrella de Instagram Nala, Waffles y Lil’ Bub como invitados.
«Mi Papá Es Un Gato» no es precisamente una decepción, debido a que desde un comienzo sabes que no puedes esperar mucho, y quizás la única razón para invertir tiempo y dinero en ver esta película es si eres un amante desesperado de los gatos o estás dispuesto a gastar una o dos de tus nueve vidas.
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