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En un mercado del cine chileno con tendencias claras y argumentos repetitivos, de vez en cuando aparecen películas como «Rara», que de la mano de Pepa San Martín se convierte en una de esas pequeñas joyas que pasan inadvertidas en el cine local.
Sinopsis: Una historia inspirada en el caso de una jueza chilena a quien le quitaron la custodia de sus hijas por ser lesbiana, y que está contada desde el punto de vista de Sara, la hija mayor, de 13 años.
El cine chileno contemporáneo se ha caracterizado por tener dos corrientes muy marcadas; por un lado tenemos el cine comercial, el que podemos dividir en dos categorías: a) aquellas películas hechas para competir por premios internacionales, sea por su presupuesto, su elenco, o su propuesta en general (como lo es «Neruda», de Pablo Larraín), y b) aquellas que buscan vender, con historias genéricas, un lenguaje «neutro» y la clara ilusión de llegar a «mercados internacionales» (aquí encontramos a Nicolás Lopez, Sebastian Badilla, etc.). Mientras que por otro lado están los proyectos más experimentales y que se desligan de este ideal, buscando presentar, normalmente a través de títulos pretenciosos y actores de renombre, un concepto mal catalogado como “cine arte”.
Rara sigue un tercer camino que difiere de estos dos, siendo una película muy chilena, incluso extrañando esa sensación local que genera en su historia. Es una historia chilena, que transcurre en Chile, y no busca en ningún momento, con un afán comercial, ubicarse como una historia neutra.
Aunque la película es, en síntesis, la historia de una pareja homosexual y su familia, jamás se convierte en el énfasis de la narrativa y si bien, está basada en la historia real de Karen Atala, se sostiene por sí sola gracias a una historia que fluye de forma correcta a un ritmo continuo.
Una gran sorpresa de Rara son las actuaciones de todo su elenco, siendo excesivamente naturales, e incluso pareciendo a ratos que no existe un guión, por lo que los personajes de Sara (Julia Lübbert) y su hermana Catalina (Emilia Ossandón) se sienten realmente como niñas, utilizando palabras de niñas y no repitiendo frases escritas por adultos.
Mariana Loyola derrocha talento y emociones con su interpretación de Paula, demostrando que no es necesario rellenar un elenco con actores de renombre internacional ni una carrera alrededor del mundo para hacer una película que destaque.
La argentina Agustina Muñoz que interpreta a Lia, pareja de Paula, trae lo mejor del cine trasandino al nuestro, entregándole mucho esfuerzo, espontaneidad y cariño a su personaje, algo que en el cine de su país se puede ver mucho y aporta mucho valor al mensaje de Rara.
Gracias a estas actuaciones y las de Daniel Muñoz, Sigrid Alegría y Coca Guazzini, Rara consigue un raro efecto de sentirnos viendo un documental de una familia disfuncional, como casi toda familia chilena, y no una obra de ficción.
La fotografía de Rara es increíble, con unas tomas muy simples, algunos planos generales y un sublime plano secuencia cuando comienza la película que nos recuerda de entrada a Birdman (o la inesperada virtud de la ignorancia) (2014) y nos prepara para una obra de arte visual, apoyada con una banda sonora muy fluida.
Rara es una coproducción chileno-argentina y se nota. Además de la actuación de Muñoz, se nota la influencia del país trasandino en la narrativa, contando de forma poco pretenciosa una historia de forma íntima, sensible, con mucho respeto y un presupuesto acotado, pero exponiendo una injusticia social tremenda que ocurrió hace más de 10 años, y que sigue ocurriendo en este país.
La ópera prima de Pepa San Martín es a todas luces un largometraje completo, cuyo único defecto es que su duración es muy corta. Una cinta que les recomiendo ver a todos porque, aunque no pretende en ningún momento solucionar el complejo conflicto que es la homofobia en el país, si aporta mucho con una visión hermosa de una historia llena de amor y libre de complejos y estereotipos.
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