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Después del estreno de «El Despertar de la Fuerza» («The Force Awakens») en 2015, la fanaticada de Star Wars fue conmovida de manera arremetedora. Se encendió una chispa que dio comienzo al buen augurio de que, después del -discutible- mal sabor de boca que dejaron las precuelas (1999 – 2005), la saga tendría finalmente la expansión narrativa que necesitaba y que merecía. Después de la exitosa -aunque algo polarizante- «Rogue One» el año pasado, la anticipación por la continuación de esta nueva trilogía creció de sobremanera, y después de sus primeros avances en los últimos meses, los fanáticos no podían esperar más por el episodio que prometía cambiar por completo el orden preestablecido de este amado mundo cinematográfico. ¿Logra «Los Últimos Jedi» cumplir su cometido? Pues si, pero también no.
Sinopsis: La malvada Primera Orden se ha vuelto más poderosa y tiene contra las cuerdas a la Resistencia, liderada por la General Leia Organa (Carrie Fisher). El piloto Poe Dameron (Oscar Isaac) encabeza una misión para intentar destruir un acorazado de la Primera Orden. Mientras tanto, la joven Rey (Daisy Ridley) tendrá que definir su futuro y su vocación, y el viejo jedi Luke Skywalker (Mark Hamill) revaluar el significado de su vida.
Para quienes tengan susto con la manera en la que cerré mi primer párrafo, pierdan miedo, porque «Los Últimos Jedi» no es una mala película, muy por el contrario, es de las mejores que se han visto en toda la saga de Star Wars, pero sin embargo, son sus contras lo que la detienen de ser -probablemente- la mejor que se haya visto a la fecha.
Rian Johnson («Los Estafadores»; «Looper: Asesinos del Futuro») sin dudas no tenía una labor fácil al momento de estar a cargo de este proyecto, ya que, como bien ha demostrado la historia, el punto medio en una trilogía de Star Wars resulta ser crucial, principalmente por el hecho de que «El Imperio Contraataca» («The Empire Strikes Back») es popularmente -y discutiblemente- considerada como la mejor película de la franquicia, siendo la segunda entrega de la trilogía original. Sin embargo, el cineasta hizo su trabajo con verdadero esmero, ya que con tanto virtudes como debilidades, este octavo episodio nos trae algo que le era sumamente necesario a la saga, que es el aportar algo esencialmente nuevo a un mundo y un mythos tan amado como Star Wars, pero que en la pantalla grande no ha sido tan explotado como se podría haber hecho en un principio.
A diferencia de la aproximación que J. J. Abrams («Super 8»; «Star Trek») tuvo con «El Despertar de la Fuerza», la cual se basaba en la exploración de nuevos planetas, en ver diversas clases de alienígenas, y especialmente, en apelar directamente en la nostalgia de volver a meternos en un mundo que traía la esencia del Star Wars clásico que muchos aman, pero con una visión más actualizada por sobre una renovada, Johnson, en cambio, optó por renovar lo que creíamos saber de este mundo, y tomó los conceptos más fuertes y queridos del mismo, y los llevó a nuevas direcciones.
Todo lo que creíamos saber de la fuerza, se ve redefinido de una manera novedosa, profunda y poderosa, permitiéndonos a todos conectar aún más con la esencia y los valores que más han perdurado en los corazones de incontables generaciones de fanáticos respecto de esta amada franquicia.
Sin embargo, esta nueva dirección, si bien está acarreada durante buena parte de la película, no llega a sentirse completamente realizada, ya que la historia no está bien enfocada del todo, dado que cuenta con 3 arcos narrativos diferentes, de los cuales dos funcionan y uno se siente completamente innecesario (lo cual tampoco es bueno si consideras que la cinta dura 2 horas y media; la más larga de toda la saga), puesto que los que funcionan se sienten necesarios respecto de la historia que se está contando y tienen una cohesión firme y sustentable uno del otro, mientras que el restante se siente mal logrado en el sentido de que parece ser un episodio televisivo de una serie de Star Wars, que a fin de cuentas, aporta casi nada a la historia principal, y presenta un conflicto mínimo que pudo haber sido resuelto de una manera mucho más breve de haber contado con una revisión de los guionistas. Es por esto que la película tiene problemas en cuanto a su fluidez, y pareciera detenerse cada vez que entra a ese arco narrativo.
Asimismo, otro punto que le juega en contra, es el hecho de que muchas de las decisiones tomadas respecto a ciertos personajes que prometían suma relevancia y presencia en la historia desde el episodio anterior, consisten en nuevamente utilizarlos de manera poco efectiva y satisfactoria, lo cual más que nada, si bien no son un tremendo daño para la narrativa, pueden llegar a ser algo decepcionante para los espectadores.
Pero no hay que quedarse con los contras, ya que virtudes hay muchas, más allá de tan solo el tener una nueva y fresca dirección.
El reparto regresa con más fuerza que nunca, y trae consigo el retorno más esperado de todos, el del inigualable Mark Hamill («Kingsman: El Servicio Secreto») como el legendario Luke Skywalker; rol que sin dudas marca la mejor actuación en la carrera del actor, al llevar en una dirección completamente inesperada y sumamente inspirada al querido y mítico personaje.
Por otro lado, si bien Daisy Ridley («Asesinato en el Expreso de Oriente») y John Boyega («Detroit: Zona de Conflicto») vuelven con el mismo carisma y la misma fuerza que dieron a ver como Rey y Finn en el episodio anterior, la verdad es que quienes realmente resaltan son Adam Driver («Mientras Seamos Jóvenes») como un evolutivo Kylo Ren, y Oscar Isaac («Balada de un Hombre Común») como el intrépido piloto Poe Dameron.
Si bien esperábamos que al antagónico Kylo Ren lo fueran a desarrollar más, nunca habríamos esperado la profundidad que le dan aquí a su personaje, cambiando así el paradigma de la dirección que los villanos de este mundo pueden tomar. Y asimismo, el personaje de Poe Dameron, cuya reputación era principalmente aludida en la entrega anterior, es ahora puesto a prueba a la hora de jugar un rol importante y protagónico en uno de los arcos narrativos importantes de la historia; y sin duda es digno de ver, gracias al carisma de Isaac y la disposición de los guionistas de hacer del personaje uno que se sienta original, y no una copia actualizada de Han Solo.
Asimismo, este octavo episodio de la saga, se lleva sin duda alguna la condecoración de ser la entrega mejor filmada de todas, al contar con una cinematografía increíble y vibrante, llena de efectos especiales sumamente bien realizados, tomas dignas de ser enmarcadas (véase la escena del ataque espacial a velocidad luz, o la confrontación de Luke en el planeta Crait), y una paleta de colores capaz de mantener tus ojos pegados a la pantalla de principio a fin (todo lo que ocurre en Crait, y la sala de Snoke son ejemplos de esto). Steve Yedlin, cinematógrafo predilecto del director, sin duda ha logrado su mejor trabajo a la fecha, y no le podría estar más agradecido por ello.
Para resumir, «Los Últimos Jedi» es una entrega digna dentro de la popular franquicia de Star Wars, que destaca como una de las mejores, gracias a la ambición del director de querer explorar este mundo a través de visiones nuevas e interesantes de lo que ya creíamos preestablecido, dando nueva vida y energía a la esencia inspiradora de la clásica lucha entre el lado oscuro y el lado de la luz de la fuerza. Si bien la cinta cae en su narrativa al derivar a momentos con una arista de la historia que no ayuda a que esta avance, y le da una media hora de sobra que evita que alcance su máximo potencial como la rival digna que destronaría a la venerada «El Imperio Contraataca», esta no deja de contar con fuertes actuaciones y una maravillosa cinematografía, dignas de ver en la pantalla grande. Una experiencia imperdible para todo fanático de Star Wars, y que probablemente quedará dentro de sus favoritas.
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