Tiempo estimado de lectura: 4minutos, 9segundos
Por lo general las películas autobiográficas se encaran a un gran desafío: Contar una historia lo más real posible y al mismo tiempo encantar al espectador con ella. Pero tal como dice Tonya, la verdad no existe. En esta película dirigida por Carl Gillespie, somos dirigidos por una tormentosa historia con una narración asombrosa que nos enseña un nuevo ángulo de esta mediática historia, en donde la a veces la verdad no siempre es lo que más importa.
Basada en la vida de la patinadora artística estadounidense Tonya Harding, la cinta Yo, Tonya nos muestra los más crudos e insólitos pasajes de su carrera, desde su dura infancia hasta el momento más impactante en el que se ve envuelta: el ataque hacia su competidora Nancy Kerrigan. Con un tono irreverente e inquietante, Yo, Tonya exhibe los bastidores de una rama del deporte donde el brillo de los trajes contrasta con la rudeza y oscuridad de la competencia y las adversidades y frustraciones son más frecuentes que las preseas doradas.
A pesar de que a mi juicio «Mejor actriz» era una de las categorías más peleadas en los pasados Oscar, Margot Robbie era una de las contendientes más potentes, pues su interpretación de Tonya Harding alcanza todas las aristas de su personalidad con excelencia: Su pasión por el patinaje, su lucha contra el abandono, la vida que constantemente intenta derrotarla sin éxito y la injusticia de un mundo en donde las apariencias siempre van primero, todo oculto tras la cara de una persona con una identidad única y testaruda. Robbie nos entrega un huracán de emociones no en una o dos, sino que en la mayoría de las escenas que componen la vida de la patinadora, con una actuación que continúa cementando una sólida carrera, demostrando una calidad actoral que promete sólo ir in crescendo de aquí en adelante.
Pero Margot no fue la única, el cast está totalmente compenetrado en una misma sintonía, y casi todo el elenco central entrega una vibra igual de potente. No por nada Allison Janney fue galardonada como «Mejor actriz de reparto», tanto en los Oscar como en los BAFTA. Así mismo somos testigos de una actuación increíble de parte de Sebastian Stan, que salta desde la incompresión a la violencia como si nada, recreando la máscara de Jeff Gillooly. Julianne Nicholson en su papel de entrenadora no tiene un rol menor como quizás el único soporte real que posee Tonya a lo largo de su historia. No deja de ser impactante ver, al final de la cinta, los extractos de entrevista en los que se inspiraron y con los que guardan cercana similitud.
La dirección es sumamente inteligente, mezclando entrevistas y diálogos de los actores con el espectador que nos permiten contextualizar los hechos que vemos a modo de «Flashbacks» y relatando una historia de violencia y lucha, que de alguna manera le permiten a Harding redimirse de este «evento», en donde, para los medios, siempre los celos y la competencia fueron las motivaciones tras el ataque. Pues, independiente de si tuvo o no que ver con el ataque en sí mismo, ella fue a su vez una víctima. Al mismo tiempo, la cinta acusa con una naturalidad impactante cómo el mundo le hace la «vista gorda» a estos hechos de violencia y abuso, cotidianos para tantas personas. Sentimiento muy bien acompañado con un increíble soundtrack de los 70′.
El impacto de la cámara también tiene su rol, maravillándonos con el desplante de la patinadora en escena, encantando con asombrosas coreografías que muestran una dedicación asombrosa de post producción, que nos hace olvidar completamente que nos enfrentamos a una película con un presupuesto muy alejado de las grandes obras de Hollywood, y que fue producida por la incipiente compañía de Margot Robbie y su esposo.
«Yo, Tonya» va mucho más allá de ser una cinta autobiográfica, pues está lejos de limitarse al personaje, utilizando todos los recursos a su alcance para impactar al espectador y transmitir un mensaje que encaja sutil en la mente del espectador por sus propios medios, planteando cuestionamientos que no te abandonan incluso saliendo de la sala de cine. Mi mayor «pero» a toda la película, no va relacionada a ésta en sí, sino que a su proyección en salas nacionales, pues se realizó la inclusión de subtítulos en «chileno», que siento que no aportan en nada a la experiencia.
«Yo, Tonya» es una película cruda, de un humor oscuro y presentación inteligente que no dejará indiferente a nadie, y queda más que recomendado ser testigos de esta cinta que se encuentra en cines a partir del 8 de marzo.
Deja una respuesta