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La vida se trata, en su mayoría, de lo inesperado. Y por eso, lo importante es cómo nos enfrentamos a ello. Ser conscientes de la oportunidad detrás de cada puerta, puede cambiar el cómo caminamos en nuestra vida diaria. Eso es lo que trata de mostrarnos «We live in time», que llega a Chile como «El tiempo que tenemos».
La cinta ha sido sumamente anticipada, principalmente por la fama que rodea actualmente a los protagonistas (Además de un curioso meme que se apoderó de su campaña de marketing). «El tiempo que tenemos» es una historia de amor que al más puro estilo de «About Time», llena de carisma para remecer el corazón y ponerle pausa a nuestro ajetreado ritmo de vida.
Sinopsis: Almut (Florence Pugh) y Tobías (Andrew Garfield) coinciden inesperadamente en un encuentro que cambia sus vidas. A través de fragmentos —enamorándose, construyendo un hogar, formando una familia— se revela una difícil realidad que sacude los cimientos de su relación. Mientras emprenden un camino desafiado por los límites del tiempo, aprenden a valorar cada momento del recorrido poco convencional que ha tomado su historia de amor, en un romance profundamente emotivo que abarca décadas.
Al enfrentarnos a la historia de esta dupla, lo primero que llama la atención es su estructura narrativa; el guión no está estructurado de manera cronológica, lo que puede confundir a algunos espectadores. En vez de esto, se presenta con constantes saltos temporales de los diferentes momentos que componen la relación entre Almut y Tobías. Personalmente, esto me gustó mucho ya que distancia el foco de la historia en sí, centrándolo mucho más en la relación entre ambos personajes; la intimidad y la química entre ellos, que se construye a base de desafíos y apuestas.
A raíz de esto, no hay mayor importancia en conocer los hechos de antemano, el foco no está en la historia en sí. La idea es lograr un vínculo con las vivencias, y las emociones tras ellas, haciéndolas propias. Todo esto se construye no solo en base a momentos idílicos, si no también en torno a cómo se logran plantear crisis y desacuerdos, sin la toxicidad que a veces se suelen asociar a estos momentos. Naturalizar los desencuentros como un punto de inflexión para avanzar.
La película se preocupa de incorporar en todo momento pequeños elementos, en su mayoría bastante gráficos, del rol protagónico que siempre tiene el tiempo en la vida de todo el mundo, determinante en cada situación de manera distinta; una presión, una oportunidad, una buena noticia o una fecha límite.
La cinta combina excelentemente algunas escenas que sirven como momentos de distensión y entretención, en medio de otras que son mucho más íntimas y trascendentales. La comedia y el drama como la esencia de la vida misma.
La química entre los actores es indiscutible, contribuyendo enormemente a simpatizar rápidamente con ambos y por consiguiente, con su relación. Florence Pugh y Andrew Garfield son increíbles por separado, y más aún como dupla. Sus personajes se desarrollan sutilmente a lo largo de toda la cinta, como fuera de foco, pero dándoles la identidad que necesitan para poder atravesar junto con ellos su historia un poco más desde dentro.
La cinta es sumamente emotiva, y tiene su cuota de tristeza, pero creo que lo principal está en traernos al presente. Ser de esas cintas que nos recuerdan la importancia del ahora y nos remueven para no dejar pasar la vida, concentrado en planes o imaginaciones, si no que enfocarnos un poco más en vivirla, cada día. Quizás te robe una lágrima en la sala, pero definitivamente es un film que vale la pena ver. Una pausa necesaria en medio de la vorágine de la vida moderna. En cines gracias a BF distribution.
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